Ella estaba jugando con sus amigas cuando a él se le cayó la loncha de chope en el cochecito rosa de la barbie. Al verlo, ella le pegó un guantazo y le dijo: - Estás tonto, ahora huele a chope. Tómalo que ya no lo quiero, gili.". Le tiró el coche a la cabeza, rompiéndose así las puertas traseras de éste, y se fue. Él no dijo nada. Se quedó allí parado. Miró el coche y lo guardó en su mochilita de Doraemon.
Desde ese momento, algo en él cambió. Y no sabía que era. Él era un niño, ¿qué iba saber? Sentía un dolor en la barriga cada vez que veía a la chica de la barbie. Tanta vergüenza que se le ponía la carita como un tomate. Y no sabía por qué. Sólo sabía que quería jugar con ella a los pokemons, a las muñecas, a lo fuera con tan sólo estar a su lado.
No fue hasta en 2º de ESO cuando supo que era enamorarse verdaderamente de alguien. Lo leyó en un libro que le mandaron para Lengua. Se sintió tan identificado con el protagonista que entendió el por qué de sus dolores de barriga, de su tartamudez cuando ella le saludaba, y de su rojez. Entendió que estaba enamorado de ella, y ella a penas le hablaba. Decidió hablar con ella pero, ¿cómo? si no podía. No le salían las palabras, y las que conseguían salir de su boca, estaban entrecortadas... Pero una mañana, en la hora de Matemáticas, pensó que si no podía hablar con ella, podría escribirle. Y eso hizo. Cogió la libreta y rompió un pedazo de papel. Puso, con su letra de parbulito, un "ola, me aburroo muchoo jajaja:)" y se lo tiró desde su sitio. Suerte que el papelito acabó en su estuche y no en el de la maestra, que estaba justo al lado. Cuando ella lo vió, él estaba tan nervioso que rompió el bolígrafo en dos. Ella sonrió y se puso a escribir. No veas como respiró. Al ver su contestación, sintió otra vez los dolores de barriga, pero esta vez multiplicado por mil. Ella le puso "Hey:) yo tambieeen jeje pero luego hablamos en el recreo que me tengo que enterar de las ecuaciones:( jaja".
Desde ese recreo, hablaban todos los días, e incluso después de terminar el curso. A él le encantaba hablar con ella y a ella le encantaba estar con él. Eran niños, sí, pero sabían que se querían más que muchos adultos.
Desde ese recreo, hablaban todos los días, e incluso después de terminar el curso. A él le encantaba hablar con ella y a ella le encantaba estar con él. Eran niños, sí, pero sabían que se querían más que muchos adultos.
Continuará..
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